Casi todas las
parejas se enfrentan a una manifiesta falta de recursos y habilidades para
gestionar sus conflictos. Muchas parejas abren su relación, su conflicto, a
terceras personas, sus hijos, convirtiéndolos en parte activa de una dinámica
conflictiva que no les corresponde.
En estos casos, se dice que la pareja ha
“triangulado” al hijo, dificultando su desarrollo emocional. La triangulación
es una experiencia muy compleja y difícil, especialmente cuando el hijo es de
corta edad, pues a menor edad, menores son los recursos para sostener la
tensión psicológica.
Un niño necesita de ambos progenitores en la
misma medida, experimenta una intensa ambivalencia, quiere y teme ayudarles. El
apoyo a uno de los dos le puede llevar a perder al otro.
En algunas
triangulaciones, uno de los progenitores puede insistir tanto en el hecho de que el padre o la madre no cumple
adecuadamente con su rol que el hijo termina por asumir las funciones del
progenitor. Así el hijo se involucra. Se establece una coalición, una
proximidad de afectos e intereses con uno de los padres y contra el otro.
En estos casos los mejor que se puede
hacer por el bien del hijo es mostrarle nuestro amor manteniendo una actitud
totalmente respetuosa con las creencias del pequeño.
La
paternidad implica ser capaz de protegerlo de los conflictos que no le son
propios, a dejar de lado la frustración que se pueda sentir con la pareja.
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